jueves, 27 de agosto de 2009

Hilando fino se hace madeja al hilar

...en las horas de vacío dónde debe uno aferrarse si se siente ajeno a lo que le rodea, si no sabe doblegarse a lo que las fieras reparten entre dientes como normalidad cuando lo único que ésta le provoca es alzar las cejas sin asombro pero con una pizca de decepción.

Así las horas compartidas, lo lazos que se han dejado de anudar. Quién decide cómo atar a las personas en el tiempo en que las cintas van rasgando en zig-zag el aire, saber si toparán y si el azar de un viento hiperactivo decidirá confundir varias cintas en una acto de confabulación festiva. Y de esta forma nos aferramos o pretenden atarnos; porque hay personas que se creen viento, demiurgos del cazar aquello que uno se obstina en ocultar.

Así regreso de nuevo a las letras; con un "cuaderno de todo", mil ideas-raíces trenzándose y la promesa de tejer, tejer hasta la extenuación del compromiso por todo aquello que nunca quise contar, como el "Cuento de nunca acabar".

viernes, 26 de junio de 2009

Cuando las voces nos abandonan

Para David. Buen viaje y buen regreso.

Orillas en salina, oportunidades en un quizás que flotan como la basura sobre el mar después de un día de tormenta veraniega, sin orden, caóticas entre brisas altas.

Se alargan los silencios y con ellos se empiezan a vislumbrar los bajos fondos donde piedras, musgo y cofres languidecen en un discreto segundo plano. Por luz propia, en un claro de luces marchitas.

Y las voces.

Se fueron o quizás dejamos de oírlas. O simplemente las alejamos.

Una de las más añoradas, la voz propia. Porque sin ella voy a ciegas cuando va desgarrando el verano. Porque las olas ya no vuelven a la orilla sino huyen sin haberla tocado. Porque, al final del día, no hay palabras que acompañen y se sienten a mi lado del sofá haciendo la vista gorda sobre todo lo que mi mente haesbozado durante el día. Y callo por rutina, por abandono de mi voz cifrada que zarpó con todos los cofres de ideas y, descuidada, los lanzó por la borda a un jardín de azules.

Y en ellos me reconozco, bajo un fondo de silencios y opresiones líquidas.

Y floto por recuperarla, asirla a mi garganta, sorteando otras voces que no tienen nada que ver con la mia.

Subo y tomo aire. Medio sonrío y me sumerjo de nuevo.

...me pregunto cuánto puede una persona aguantar sin respirar bajo el silencio.

lunes, 18 de mayo de 2009

Hechizo marino

...bajamos paseando hacia la playa donde los niños querían ir a jugar un rato, la inocente aventura de mojarse los pies cuando uno no lleva bañador ni toalla. Les remangué los pantalones y comenzaron a jugar a huir de las olas que se acercaban, amenazantes, a comerse sus pies. Me sorprendía ver que no tenían frío. Yo, en cambio, estaba con la chaqueta puesta abrazando mis rodillas y mirándolos con una sonrisa entrecortada.

El niño, M., corría con euforia de un lado a otro. Y cuando me giré a ver qué hacía ella, L., me di cuenta que estaba mirando hacia el horizonte con una expresión melancólica.

"El mar ya se le ha metido dentro", pensé. "Y sólo tiene ocho años."

Su expresión de ausencia, de anhelo hacia lo que habrá en el otro lado, la fiebre enfermiza de azules y la extraña compañía que suponen el fondo del mar...todo, todo eso se había apoderado ya de ella como me pasó a mi hace ya muchos años.

Yo era un poco más mayor que ella, todavía recuerdo la sensación. De sentirme a la deriva, minúsculo, de tener que iniciar una travesía sin saber si Penélope estaría cuando volviera...de llenarme con las brisas y jugar con los acantilados, perderme entre los diversos azules de su superfície y descender hasta el marino de sus fondos donde se esconden los más deseados tesoros. Yo no tenía ansias de poseerlos. Sólo quería verlos, no quedármelos. Y volver de nuevo a la superfície.

Y desde entonces me encuentro como hechizado, igual que ahora lo está ella. A la espera de una nueva ola, de nuevas brisas. Con mil interrogantes metidos en botellas que no sabemos si querremos lanzar al agua, hacerlos navegar.

Ojos que descansan mecidos por los abrazos salados de un sábado cualquiera.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Fotografías de hilo y perfume

"Quand je m'endors contre ton corps
Alors je n'ai plus de doute
L'amour existe encore"

LUC PLAMONDON-RICHARD COCCIANTE


Las arrugas esconden
entre las sábanas
vacíos
retratados en noches
de luna opaca,

se abrazan
tejiendo formas
y un paisaje
de hilo fino y perfume

olor que no nubla

sabor que alimenta
el hambre de acariciarse
entre los miles de negativos
por escoger.

La caza, en la calle.
El asiento, vacío.

Y tras una jornada capturando
imágenes adquiridas
-que no esperadas-
el regreso a la cama se asienta
en restos de sorpresa

y de nuevo, al acercar
la cara a la almohada
tu olor posa con una sonrisa
estática
ante mi cámara
para retratar la noche

que he de ver sin compartir.

lunes, 20 de abril de 2009

Queda Poesía (Drowned Word/Substitute for Love)

Llevaba meses preguntándome por aquel sentimiento de plenitud que provoca lo que yo llamo poesía. No hablo de métrica, de palabras o rimas, de formas o espacios ocupados por letras. No; en la coraza que atrapa el momento sabe esconderse esa poesía de las cosas más simples en las que no solemos reparar o cuando lo hacemos, es rápida y agitadamente, nunca vacíos de prejuicios que puedan determinar esa belleza.

No había búsqueda pero notaba su ausencia (salvo algunas veces, mientras tomaba café con el mar); para suplantarla escogí columnas de letras nobles y sicarios de músicas verbales, alternando indiscriminadamente con cualquiera de mis ya conocidos de la generación del 27. Cernuda con su “La realidad y el deseo”, Lorca y sus laberínticos “Sonetos del amor oscuro”, etc. Pero algo faltaba como siempre que uno decide en la vida apostar por lo auténtico.

Quién iba a decir que a mi regreso a la ciudad que hace un tiempo tuvo la bondad de sanar mis ritmos vitales, hacerlos más distendidos para comprender el olor que se esconde tras un paseo a media tarde por el puerto, me sorprendería de nuevo con un gesto de complacencia y el objetivo de que la quisiera todavía más.

En primera instancia su presencia se me había antojado seria, una más, cerrado como había llegado yo entre contracciones y empujones de ciudades frenéticas. Pero comenzó el paseo y los matices se manifestaron caóticos y burlescos para llamar mi atención.

Mientras hablábamos, su figura se deslizaba entre promesas de dos tiempos, uno presente, otro pasado, como si por algún sortilegio todas las almas del 27 que por allí pasaron (Lorca, Cernuda, Bello, Altolaguirre) hubieran confluido en la forma antropomórfica genuina de sus ideas.

Ojos que llamaban la atención en las formas que dibujaban sus gestos, ojos protectores, amigos, de un oscuro que calentaba el alma con sólo recibir su paseo en los míos. Sé que quizás no hablaban un mismo idioma pero nunca la poesía se había parado a pensar en la forma de manifestarse. Y esta era su explosión como la primavera que nunca acababa de llegar.

Los gestos, prendidos de su piel, delataban los años que llevaban gestando batallas sin renunciar a la inocencia –a veces escondida, otras veces negada- de un niño que todavía no quiere irse a la cama aunque esté cayendo de sueño. Gestos que prensaban abrazos, abrazos que jugaban en corro alrededor de nuestra mesa mojada por inciensos de madera y un toque canela. Y el agua caliente soñando vapor.

De sus labios volví a conocer los ritmos que nacen de las entrañas de la misma tierra, amor primitivo que muere para volver a nacer, una Deméter rediviva en ideas galopantes y transpapelada a tiempos más modernos. Labios que jugaban con cadencias lentas a saberse escuchado hilvanando historias unas con otras para hacer una colcha que cubriera mi desasosiego al haber refrescado las últimas horas de la tarde.

Quizás no lo supo, pero la hoguera del descubrimiento se alzó orgullosa con ánimos de dar calor a todo cuanto nos rodeara y de dulcificar con carícias de fuego la música que iba despertando a su paso.
Su olor, atemporal pero con trazos de casta guerrera, iba acelerando el ritmo de timbales sin que se preparara una batalla; era más bien una bienvenida, desfiles de dulces bailes y soles, todos engarzados para formar lo que llamamos vida. Vida por respirar, por creer cuando ya dimos esa poesía por perdida, por encontrarla en las pequeñas arrugas que marcan los ojos cuando sonríen. Muchos etiquetarían pero nunca darían con la palabra. Mejor que sigan bailando al son de otros ritmos.

Cuando marché exhausto, cuando conseguí calmar las voces del pasado que me habían arrastrado por ese pequeño descenso hacia la Isla de los Bienaventurados, pude constatar que en el mundo queda poesía.

Y por ello respiro tranquilo.


http://www.youtube.com/watch?v=RIZSPwKY75w




martes, 14 de abril de 2009

Agnóstico de amor (Escena francesa)

“A J. por aguantar con paciencia mis teorías y evangelizaciones sobre el amor y sobretodo, mis flemas literarias que tienen mucho de fiebre momentánea y poco de realidad”

Como aquel día de lluvia esperadamente incógnita te así por los brazos en un ojal de susurros donde tenerte dentro mío se asemejaba a todo aquello que siempre nos habíamos negado.

Leía un último ensayo de Lorca en el sofá lindando con la terraza, cubierto con la manta que siempre me acompaña en todos mis viajes. Silencio en la casa, suicidios de gotas contra el tejado rellenaban el vacío que quedaba entre mis pensamientos y un extraño sentimiento. Pero acerté a oír en el crujir de las escaleras tus pasos piratas con ritmo de descubridor en tierras vírgenes.
Yo seguía mirando hacia la ventana, controlando de reojo las ascuas de la chimenea, “que no dejen de alumbrar” me repetía. Te apoyaste en el respaldo y susurraste:“¿Qué haces?”

Y respondí que, aunque estaba solo, intentaba flotar entre las aguas de una sensualidad con la que la lluvia había tiznado mis últimos barcos a la deriva, aquellos que también me habían traído a ti.

Notaba tu piel, tu olor y sobretodo tu doble mirada de aventura. Dualidades con las que jugaba a hacer pajaritas de papel y escribir reseñas de tus labios por todo el jardín, de las cuales crecerían las frutas más jugosas que nadie podría morder, el jugo más sabroso que uno podría saborear.

Seguías detrás, en silencio, pero notaba la cadencia de tus palabras atravesar preguntas para más tarde dejarlas atrás. No pensaba responderte, no quería mezclar la combinación de letras y vocales con la de miradas y carícias.

Porque con el último relámpago de la tormenta me estremecí inclinándome un poco hacia atrás hasta dar con tu pecho, entre el cual me acogiste abriendo las puertas de tus brazos. Y pasamos así la tarde, el aliento rozando promesas de gaviota cerca de mi oído, el calor de los dedos subiendo como un pasajero por las nucas y los milímetros de separación de los besos que nunca llegamos a darnos actuando para nosotros.

Te pedí que te quedaras a sabiendas que no eras real. No me importaba, quería segmentar las realidades y ser consciente de las inconsciencias que debemos vivir si queremos avanzar y apreciar lo venidero.

Porque sé de lo real pero lo ignoro por decreto. Y no digas que fue un sueño.

miércoles, 1 de abril de 2009

ARGONAUTA VENCIDO EN LA ORILLA (pequeña oda al vacío)

Atenas, 2007

Recibo mi sepultura
como un baño frío de mosaicos
y la forma rubicunda de un dios
que creyó protegerme.

Los miembros resisten experiencias
en otros tiempos agasajadas
con plata y cobre de un expolio
como tantos pasados olvidados.

Te siento cerca
y no impide la espera
rezar oblicuamente por tu olor,
tu forma de túnica
que gira según el tupido viento
de los secretos de nuestro ponto.

Quiero vivir

quiero dar
el tiempo en doble pretensión
cuando la lira ha ido reduciendo
su dulce cruce de cuerdas.

Piel suave, pálida plata de Caronte.

Naveguemos siempre de cara.
Sintamos, sin más sentencia,
el fluir de un líquido perpetuo
que recorre el don de la vida
escondida
en la última esquina de la caja de Pandora.

Se acerca el Hades impaciente,
censo de traspiés y litigios.
dudas del cielo al caer desplomado
su último brote divino.
Y con las carícias del agua salada
prometo
conseguiré volverme a levantar,
cruzar el ponto
e izar tus labios para volver
a trenzarlos entre los míos.

sábado, 28 de marzo de 2009

Resurrección

...dijeron que ya no podía dolerle porque habían extirpado sus recuerdos más preciados. Que con el bisturí los días guardados en formol se vertieron por el suelo del quirófano sin hacer demasiado estruendo. Sencillamente-dijeron los médicos-había quedado vacío.

Reinventarse. Jugar al demiurgo. Salir impulsado de la nada y bailar los brazos en cruces donde asirse. Porque así está escrito en las vallas de ninguna parte, porque así uno que no tiene voluntad ve germinar el fruto que lleva escondido.

Pasó su mano por la cabeza arrastrando el pelo hacia atrás y la sensación le pareció nueva, como si de un nuevo cuerpo se tratara. Desde la camilla podía ver los pedazos de recuerdos machacados y el líquido avanzando poco a poco hacia la puerta, una suerte de riachuelo que en algún momento los llevaría a algún mar. Pero él ya no los reconocía, era imposible reconstruirlos y mucho menos identificarlos.

Se puso en pie. Sin ropa, sin calzado. Sólo él y lo mejor de sí mismo, un mar interno que estaba en una calma azul verdosa. Si hubiera recordado algo vería las tormentas, las olas luchando, los sollozos por un respiro de aire. Pero eso no va a pasar.

Camina hacia la puerta de salida del quirófano. Sus pies se mezclan con el formol y pisotea los trocitos de recuerdo a su paso. Ni siquiera se le clavan en los pies.

Con espíritu de mesías abre la puerta. Y sólo la luz que viene desde fuera le vuelve a llenar con las simples ganas de vivir.

Luz de vacío, de horas y carretera.

lunes, 23 de marzo de 2009

Funambulista

Se le habían traspapelado los sueños. En el archivo, varias carpetas de alegres colores no sabían ya ocultar la impaciencia de sueños que asomaban por los cuatro costados y que, tras tanto tiempo sin haber querido clasificar, amenazaban ahora con tomar su vida transformándolo en víctima y retirándole de sus ojos las riendas de un horizonte en el que quería ser malabarista.

Se oía música, de fondo. Era como un ruido sordo que le ocupaba y destruía cualquier pensamiento que quisiera formular. Detestaba esa rutina gris de tener que separar, sopesar, ejecutar cualquier propuesta de sueño que hubiera sido solicitada. Porque el ser humano, por soñar, que no quede.

Instancias, sellos, aprobaciones y firmas, todo quedaba tan lejos de su mano que ya no sabía discernir si alguna vez fue el quien fantaseó con todos ellos o si bien su propio inconsciente había montado un buffet y se había independizado.

Así que juntó todas las carpetas en un costado de la mesa. No solía ponerse límites pero tenía demasiado amor a su pendiente horizonte e inevitablemente demasiados pesos podían desestabilizarle para acabar en tierra firme.

Era el suyo un horizonte azul, siempre marino, por el que le gustaba hacer equilibrios entre cielo y mar, entre dos azules que pertenecían a un mismo cariño, aquel que, primigenio, le hizo nacer por segunda vez.

Un codazo. Las carpetas cayendo en slow moving hacia el suelo, incluso algunas ya directamente en la papelera. Los sueños desperdigados y él, triste, sin quererlo, empujándolos todavía un poco más.

Una vez la mesa libre sacó un libro en blanco nuevo, como acostumbraba a hacer cuando comenzaba una nueva etapa. No importaba no haber agotado las páginas del anterior, aquél ya quedó atrás, hacía falta uno nuevo, una cubierta nueva, el olor a papel nuevo por rellenar.

viernes, 20 de marzo de 2009

BAILE Y CADENCIAS

MADRE: (…) un caballero tan enamorado de ella que yo estaba segura de que le haría una proposición, aunque fuera escribirle unos poemas muy bonitos…

ELIZABETH: (cortándola)…y con eso acabó todo. ¿Quién sería el primero en descubrir el poder de la poesía para matar el amor?

MR. D´ARCY: Yo creía que la poesía era el alimento del amor.

ELIZABETH: De un amor sólido tal vez pero si no es más que una ligera inclinación un mal soneto lo mataría en el acto.

MR.D´ARCY: ¿Y qué recomienda para fortalecer el afecto?

ELIZABETH: Bailar. Aunque la pareja sea apenas aceptable.

(Mirando a Mr.D´Arcy Elisabeth se da la vuelta y abandona el salón de baile)

jueves, 19 de marzo de 2009

Subtile invitation

...Las risas inundaron de nuevo el local que ahora le dió la impresión de tener más luz y colores, tornasolados, formando un espejo en el que se quería reflejar. El deseo de sentirse adolescente de nuevo, desinhibido, reír por las cosas más simples y no preocuparse del resto del mundo. Así que se subió a esa sensación, olvidó todas sus carencias y se atrevió a responderle acercándose a su oído:

-Estaré encantado…- y en ese momento un pedazo de hielo se derritió en su interior. Lo sentió fundirse, perder consistencia, volverse líquido, calentarse y unirse con su sangre para circular y llevar un cálido mensaje por todo el cuerpo. Ahora sentía menos frío, el ritmo de la aventura avanzaba y hubiera salido a la calle para hacerle saber al mundo que allí veían a una persona que hacía tiempo vivía escondida en él. Y sentía que podía dar calor a toda la gente que vivía un eterno invierno, como un sol que hubiera adoptado la misión de un Mesías.


Todavía quedaba mucho por soñar y tanta orilla que dejar marcada.



sábado, 14 de marzo de 2009

Noche de solsticio (Un altro cielo)

Apoyado en la barandilla inclinas tu cuerpo hacia delante como si quisieras robarle unos centímetros al aire para ver si llego a la hora prevista. Todavía quedan restos del día completamente soleado que te ha acompañado aunque ahora son sólo unos rayos los que se debaten con una silenciosa brisa nocturna y por un momento sientes un pequeño escalofrío. La mitad del cielo está de color anaranjado. Sé que te gusta este color tanto como un vaso de su zumo en un día de verano, refresca, vitamina, te hace sentir mediterráneo y un poco melancólico a un mismo tiempo.

El mirador que vigila la ciudad con tintes maternales está esta tarde casi vacío. Sólo algunas figuras pasean como extras en este escenario que hoy he querido elegir del cajón de mis memorias. Tengo un montón de exteriores y localizaciones pero es de éste del que guardo un gran cariño.

Descansas, decía, tu cuerpo en el muro y miras hacia abajo. Y desde donde te diviso empiezo a creer que no eres de este mundo. A tu lado el tiempo da vueltas en remolinos a cámara lenta, cada paso que das es un motivo para izar las velas de un nuevo día en el cual no hay tormentas ni mareas sino un mar reposado con tonos piedra, azul y verde. Y donde poder nadar.
El lino de tu camisa ondea como las carícias que un día yo creí darte, te roza pero da libertad para que tu piel respire mientras las luces de la ciudad van multiplicándose para decirte que ya está lista para nosotros.

Sigues mirando hacia abajo pero tu mirada no es de impaciencia ni de desasosiego. Es pura, recreada en la espera de saber que yo me acerco sin pesos, sin prisas ni demandas. Esta va a ser una noche para soñar y dejar que el bochorno del verano se haga nuestro cómplice. Reír, mirar, hablar. Qué cosas tan sencillas para un mundo que siempre va buscando otra vuelta de tuerca. Pero yo hace un tiempo que decidí acampar con estos tres pilares aguantando mi cobertizo de ilusiones. Porque qué más hay que esperar si uno ya no disfruta de eso.

Me levanto del banco donde he estado sentado todo este rato. Ni siquiera has mirado hacia atrás y sabes que aplaudo esa máxima en la vida.

A pasos lentos, con la arena delatora crujiendo, voy acercándome a ti. Estás tan inmerso entre los barcos del puerto que no adviertes mi presencia. Estás flotando con ellos esperando una nueva salida. Hasta que cuatro de mis dedos aterrizan suavemente en tu nuca para enseguida subir y hundirse sinuosamente en la hiedra de tu cabello. Me miras y entendemos que es hora de levantar el ancla:

-Vamos a navegar por la ciudad- dices.

http://www.youtube.com/watch?v=mRU1eceAppc


jueves, 12 de marzo de 2009

Passionate you. Pequeña estampa siciliana.


"Dos capuccinos por favor", casi dejo escapar de mi boca. Rectifico rápidamente y añado una botella de agua.

De nuevo en la carretera, cuántos meses de calma aparente engarzada de horarios, pretendidas rutinas y menos -mucho menos- mar. Por eso hoy, al subirme de manera instintiva al tren que va hacia el centro de esta nueva ciudad he vuelto a creer que los paisajes nos moldean a su antojo, cambian estados de ánimo, quitan o insuflan energía, se hacen cómplices de todo nuestro equipaje de mano.


Nada más salir del túnel se perfilaba la tierra abrupta, con montañas y desniveles (qué gran paralelismo con la misma vida), aire agreste que no entiende de arquitecturas. Está ahí para que uno la respire.

La costa, gemela, avanzaba a golpes de ola mientras yo intentaba atravesar con los ojos la ventana y tocar con las manos todos los matices del azul del mar, para hacértelos ver con mis propios dedos cuando acariciara tus pupilas, mientras el sol hacía mella de tanta claridad festiva al enfrentarse al juego de cerrar mis párpados.

Las villas antiguas, los mercados que saludaban al pasar reencontraban en mi una superposición de sensaciones que, entre contradictorias y placenteras, me iban a acompañar estos días.

Pero hoy quisiera que tus ojos fueran mis ojos, que encontraras en las personas ese resquicio de bondad que ya dimos por perdida, que olieras la fruta, fresca, henchida de colores y le dieras un bocado entero de ilusiones. Gritos, gestualizaciones exageradas, prisas...todo envuelto en una primavera anticipada.



Como un día te dije, las islas tienen un tiempo particular, curioso para los ojos de una península. Las nubes aceleran haciendo competiciones de hilo blanco sobre el cual van tejiéndose los destinos de los que andamos debajo. Y todo se enreda a veces como una madeja. Pero no hay que preocuparse porque aquí tenemos tiempo para desenredarla, tenemos tiempo de isla. De que tú cojas el ovillo y yo vaya tirando del hilo circularmente con dos manos, de salir al porche a oler el mar verde que serpentea entre las montañas, de fruncir el ceño por la mañana cuando la cuadrícula de la persiana deje entrar al sol temprano, de correr y gritar, sentirnos vivos. Porque así es el ritmo de una isla, para degustarlo y hacer de ello una delícia. Y que esta vez sea yo quien coja el ovillo y vayas tú tirando del hilo en círculos con tus manos, de coger el coche y alcanzar la cima menos alta, prensar las miradas entre papel de secar para nunca más olvidar ese momento y que sirva de señuelo a otros muchos más que han de venir. Porque vendrán si así la isla lo ha decidido...Y bienvenido sea.

http://www.youtube.com/watch?v=NOY-fkmIAMI

domingo, 8 de marzo de 2009

Un café corto (He touched me)

"Un café corto. O largo, sin mirar el reloj. Reciclar ideas. Mirar hacia dentro. Hacia fuera. Ahorrar energías. Soñar..." Azucarillo Cafés Q.

Desde hace años tengo una manía que no puedo evitar. Nunca tomo café en casa. Quizás es que no me atrevo a poner una cafetera para dos y que se quede el café de un día para otro. Un motivo menor. Porque en realidad es que cuando pido un café (normalmente con leche, para desayunar) me pongo cómodo en la silla, sé que comienza un nuevo viaje. Como dice ese gran texto de la foto "Mirar hacia dentro". Es mi homenaje al día que comienza, a las horas en las que voy a dejar que escuchar que estoy vivo por el atropello de teléfonos, reuniones, análisis y decisiones. Porcentajes, beneficios, excels a los que me dedico a poner colores para tintarlos de una pizca de poesia con todos los tonos del mar.

Sí, ese momento es mío y me gusta conversar. Estoy sentado solo pero en mi mesa se sientan otras almas. Conversamos de voluntades, carícias que hemos callado y que no nos atrevemos a mirar, de las horas que pesan ante las dudas y relativizando nos dedicamos una media sonrisa. Porque sé que tú estarás haciendo lo mismo en este momento, pedirás tu café, quizás una tostada para acompañar, irás cargando de energía el pecho para seguir con este teatro de marionetas cuando sentimos que nos han cortado los hilos y no queremos echar el telón. Porque nos sentamos juntos aunque no estemos delante uno de otro. Ni falta que hace.

A veces, miro por el ventanal de la cafeteria que doblega los rayos de sol. El horizonte del mar, siempre recto, me recuerda a un paisaje común y a los veleros que nunca supimos zarpar. Redes, anclas de un pasado que se evapora como el café caliente. Y las manos que se alargan para coger un azúcar y se topan con otras manos. Robar carícias, robar el corazón. Quedarse prendado del ritual de darle vueltas a la cucharilla, de darte vueltas a ti. Y una vez deshecho el azúcar llevarte la cuchara a la boca, llevarte los labios también.

Y en un segundo, volver a la cafetería, mirar el reloj y salir corriendo hacia el trabajo. Con arena en los zapatos.

http://www.youtube.com/watch?v=LO-wPOgVtqg&feature=related

sábado, 7 de marzo de 2009

Tengo un jardín (No one else) 2a.parte

"Paseando, me pregunto si deben existir más personas que tengan un
jardín por donde dejar las huellas una mañana de domingo y neblina."
"Y al fin, el lago. Verde, tardío y lleno de promesas. La torre de agua
controlándolo no vaya a ser que pierda el cauce. Todo rodeado de arbustos
y maleza, una pequeña gran gruta ajena al tráfico de las horas."

"Un poco más arriba, el camino marcado por cipreses. Dicen que los cipreses
son los árboles de los muertos pero a mi me gusta su compañía. Ladeados,
parecen mecerse en busca de un saludo."
"...hiedras que juegan al corro con el quiosco de música que centraliza toda la
atención. No hay música. No hay instrumentos. "

"Si me apoyo en el pequeño puente veo manos que se espesan y tímidas,
roban una carícia. Labios que penden de los árboles y sólo quieren madurar
para caer y ser libres. Benditos aquellos que los recojan porque no hay mejor
fruta que la que quiere ser mordida."




jueves, 5 de marzo de 2009

Costas y pasos. (Choices)


...Y allí dormitaba el pueblo, con sus pequeñas casas reunidas alrededor del puerto y la iglesia como centro de apoyo. El olor a mar envolvía de caricias marinas el paseo que recorría toda la orilla donde las barcas mecían besos y dudaban si entregarlos en sus redes o empujarlos mar adentro. Y mar adentro esos besos siempre volvían con forma de viento protector.

Aparqué el coche y fui en busca de la pensión que había reservado desde la oficina turística de Girona en mi parada para comer. Sólo llevaba una bolsa de mano con la ropa justa para unos días así que me entretuve gustosamente paseando por las callejuelas con la sensación de estar caminando sobre las aguas de un mar conocido. Sus corrientes trazaban un ritmo que no podía evitar seguir, el color azul cristalino reflejaba sensaciones trenzadas con coral y yo me dejaba maniatar por ellas, esclavo de las algas perdidas y de las promesas convertidas en cofre oculto.


Delante de la puerta de la iglesia decidí hacer una parada para embalsamar tranquilamente tantas sensaciones desacostumbradas. Yo las busqué, yo debía velar por ellas si nadie más iba a hacerlo. Y sentado en las escaleras de piedra respiré hondo.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Café lusitano (esbozos de una espera)

Sigue dando vueltas el café al ritmo de mi muñeca. Apenas le he echado azúcar, espero que te guste un poco amargo. Lo voy a dejar reposar un rato mientras vuelvo a mirar hacia la calle, atravesando la puerta, por si bajaras de un tranvía.

Crece el tráfico pero las horas no pasan y temo que el café vaya a enfriarse así que te invito imaginariamente a la silla vacía que me mira con cierto aire de victimismo.

Cruzo los brazos y con las manos me acaricio los antebrazos. No es que tenga frío, es que no sé por dónde empezar. Algunos comienzos tienen espíritu de ojal de aguja fina y hay que enhebrarlos con cariño. Igual con una conversación y con ésta el deseo de que sea especial crece al aroma de tu ausencia.

Quisiera hablarte de paseos, de asfalto que sella las heridas, de brisas que se levantan caprichosas en las horas de más bochorno en la madrugada cuando el insomnio se ha hecho con mis ojos y decido salir a callejear. Que espero chocarme contra tu cuerpo en cada esquina y sentir el azúcar caramelizado de tu piel a través del blanco lino que ondea con aire festivo y calma acompasada. Que los tempos de nuestros pies nos encaminan a un baile de sombras entrelazadas bajo las farolas. Que me niego a dejar pasar ni un tranvía más sin que tus pupilas se posen en las mías a pesar de que esta no sea tu estación.

Con los labios nacen labios, crece la espera cuando son sólo unos milímetros los que los separan. Y en esa tensión el tráfico vuelve a llenar las calles y consigo rozar con un dedo tu espalda subiendo tersamente hacia la nuca y al llegar a ésta se me enredan los cambios de sentidos y múltiples atascos. Los suspiros que dejas caer acierto a mecerlos de nuevo entre mis brazos cruzados.

Se abre la puerta. El café ya debe estar frío y el tranvía, fuera, acaba de parar. No lo entenderás pero yo ya hecho mi apuesta.

lunes, 2 de marzo de 2009

Lisboa, de nuevo. Romper madrugadas.

Al calor reconfortante de un fado
bailan mis ojos rodando calle abajo
ansiando topar con la
saudade
de estas sombras inciertas.

Llevo todo el día persiguiéndola,
creciendo el ansia de cazarla
y hacerla mía,

unir la melancolía
con este aire portugués
de divagación no pretendida.

Una jauria de ojos salvajes que no me acechan.

Y un espíritu prófugo del Hades
me recuerda un retorno
dudoso en todos los sentidos.

Volví.
Y no soñé.

Quise rociar de nuevo
mis labios con veneno engañoso,
con luces parasitarias
en cierto modo solidarias.

Si alguna vez despierto,
recuérdame
que no la deje escapar más,

a esa escurridiza saudade.

Lisboa, marzo 2004

http://www.youtube.com/watch?v=nKlUNdRXH78&feature=related

domingo, 1 de marzo de 2009

Tengo un jardín (No one else)

Yo tengo un jardín. Debe ser de los mejores descubrimientos que he hecho en años.

La entrada puede parecer decadente y mustia pero los robles se alzan con fuerza para marcar la cuesta de arena que se adentra hacia el espesor de los mil matices de verde que crecen con la humedad de los días.

Si uno sabe girar con certeza desemboca al pequeño patio con fuente y hiedras que juegan al corro con el quiosco de música que centraliza toda la atención. No hay música. No hay instrumentos. Ni siquiera hay público con la excepción de dos estatuas que pretenden imitar a un par de dioses griegos. Por sus elementos una diríase Afrodita, el otro, Apolo. Pero no hablan y ven pasar la lenta cadencia de acordes con una impasividad propia de las divinidades. Que para eso son eternas.

Un poco más arriba, el camino marcado por cipreses. Dicen que los cipreses son los árboles de los muertos pero a mi me gusta su compañía. Ladeados, parecen mecerse en busca de un saludo.

Y al fin, el lago. Verde, tardío y lleno de promesas. La torre de agua controlándolo no vaya a ser que pierda el cauce. Todo rodeado de arbustos y maleza, una pequeña gran gruta ajena al tráfico de las horas.

Paseando, me pregunto si deben existir más personas que tengan un jardín por donde dejar las huellas una mañana de domingo y neblina. Si, por más que uno esté ocupado, sabrán adentrarse entre la espesa maraña de hojas color botella para compartir la sensación de que no todo está perdido y si , en esa unión solitaria con otros propietarios de jardines, conseguirá saborear la pequeña corriente de frío que repta por la nuca y nos hace sentir vivos.

Si me apoyo en el pequeño puente veo manos que se espesan y tímidas, roban una carícia. Labios que penden de los árboles y sólo quieren madurar para caer y ser libres. Benditos aquellos que los recojan porque no hay mejor fruta que la que quiere ser mordida.

Porque mi jardín está vacío pero sé que estoy acompañado. Aunque sea de almas lejanas y desconocidas.

Bienvenidos a mi jardín romántico. Llenémoslo de música.
http://www.youtube.com/watch?v=AwzvuiMk-m8

sábado, 21 de febrero de 2009

Esbozos de una escena (II)

ESCENA 2

(Persiste la sombra de tu ausencia pero sé que algún día el sol dejará de brillar mi vida. Arrancas penas para jugar al escondite inglés mientras siento la vida llenar mis sentidos de trampas. Te acercas y cedo. Me alejo y tiemblas.
La piel no es la misma. Estamos tumbados en el sofá descubriendo senderos de terciopelo y besándonos con cadencia de bolero. Mis labios se deslizan y justo en su punto más extremo vuelven a resurgir de entre los suyos. Las manos juegan sin sentido a no encontrarse nunca y alborotadas, recorren distancias jamás soñadas una y otra vez. Es la historia de un amor que crece con los días. Y circular, vuelve a dónde ha empezado. Aunque tú no estés)


Me separé de su cuerpo con sensación de frío. Había refrescado los últimos días y nada parecía ser lo que era, ni siquiera las estaciones. Agosto había decidido acabar con su fama de años y las primeras mangas largas se sorprendían de ver que los días tenían más luz de lo que habrían llegado a imaginar. Tutti frutti de hojas secas bailando sin ganas en las aceras. Avenidas sin personas que se sentían incomprendidas. Y de fondo, una luz de farola que se difuminaba con los últimos minutos de sol del día.
Me giré. Cogí la camiseta y salí al balcón para intentar tomar perspectiva de la situación actual. Y cuáles eran los pasos a seguir:"Tengo un chico desnudo en la cama. Acabamos de hacer el amor. Su cuerpo todavía palpita a causa de mis lágrimas. Creerá que soy un tarado, o algo así...No quiero verlo más".

Y una vez hecho el cuadro de la situación me acerqué a él e intenté decirle sutilmente que me dejara solo. Claro que la sutileza nunca ha sido uno de mis fuertes. Lejos de lo que esperaba se levantó, se puso la ropa y con un sencillo "adiós" zanjó la noche.

Al salir las lágrimas me queman como ácido en la cara. Clara ya me avisó que pasaría. Un día, mientras intentábamos buscar un sitio tranquilo para ver la puesta de sol en Sunion, me contó el origen de las lágrimas y toda la amargura y odio que pueden llevar dentro. Según ella, las lágrimas eran esa tristeza que quedaba atrapada en silencios y pudores, rencores y orgullo. Al no encontrar una manera de salir, se iban acumulando día a día en nuestros ojos, las ventanas que separan nuestro mundo interior del real. Toda esa mezcla iba alimentándose de tales humores, se iba volviendo negra y líquida, todo malos sentimientos. Al acumularse una gran cantidad o apretar el botón de la memoria empezaban a salir a borbotones por nuestros ojos, deslizandose mejillas abajo.


-¿y por qué dices que el líquido es negro si son transparentes? -pregunté.

-¿Tus pupilas de qué color son?- dijo y se levantó estirando su cuerpo para desperezarse. Se alejó hacia una piedra que sobresalía más que las otras y respiró profundamente el aire color sangre que impregnaba la postal con toques mágicos.


Hacer el amor con recuerdos me había dejado agotado así que volví a tumbarme en la cama, de lado, abrazado a la almohada. Oscuridad. Me gusta la nada de Morfeo, no afecta, no sugiere.

Al día siguiente bajé a la plaza de la Virreina a hacer mi obligado café con leche de la mañana. La camarera me miró con aire de rutina y me acercó la taza llena. Sentado en la terraza me dediqué a pensar en la tontería de la noche anterior. Qué retorcida puede ser la naturaleza humana.

(Nunca recordarás la ausencia, apenas un suspiro de mi abandono. Si querías volar se derritió tu cera. Si pretendías seguirme, el sol reveló su envidia. Deja de soñar alturas y respira, porque ya puedes mirar hacia abajo. Vértigo sin oxígeno. El sueño de una nube pasajera)

jueves, 19 de febrero de 2009

Zarpar (suite a media asta)

...porque esto sería recoger los trozos de suela desgastados de tanto correr por el recreo.

¿Cómo acierta uno a alejarse y no saber desprenderse del susurro de labios que mece al cuerpo?

Recuerdo cubiertas, codos hincándose en barandillas, pedazos de uñas roídas ante la ausencia de un puerto. Las horas, las brisas, el pelo trenzándose azarosamente de proa a popa como un polizón que juega al ratón y al gato.

De las promesas, escritas en el menú de la cena de aquella noche, apenas bastaron para las primeras mesas servidas, tan alta su demanda era.

Un barco, pues, donde atarse al ancla y dejarse arrastrar sin mirar la espuma que, como venas, partía la carne azul en dos simetrías frías y susceptibles de un nuevo cambio.

Así le encontré tensando desde cubierta la fina línea del horizonte.

Podría decirse que estaba allí por estar, que se había alejado sin querer, paseando, de la Isla de los Bienaventurados. Todo iba con él sin que él mismo fuera una de las sombras de esta cueva en la que vivimos. Porque es cierto que era humano aunque cuando fruncía los labios se le escapaba un esbozo de héroe mitológico. Y trágico.
Con todo esto no quiero decir que fuera bello. Adusto, serio, con la mirada castaña como la madurez de un amfiteatro romano. La media sonrisa perfilada, sin el cinismo ni la prepotencia que otorga el haber bajado a los Infiernos y a la vuelta haberse olvidado de Eurídice. Porque así miraba él hacia el mar, como si hubiera dejado algo por el camino. Sólo que ni se molestaba en mirar atrás.

-¿Te molestan los golpes de aire en la cara?- preguntó.

-Apenas. Me hacen estar despierto.

-Bravo- dijo. Y se alejó hacia la puerta camino a la sala de fiestas.


domingo, 15 de febrero de 2009

NOT ANYMORE

Se acercan las trampas
neones bicolores
la sana impaciencia
de saberse liberado.

Cuatro paredes en zanjas
litros con sudor en las aceras
remueven
el grito que regalas
cuando las miradas dulcifican
el celo de una carícia anónima

a euro el quilo

sin conservantes
sin problemas
fresca del día.

Autopistas y dilemas
un parón colapsa
el renglón de un momento perdido

y cuánto he dejado de echarte de menos
-me digo-

ya no pago peajes
apenas abro el maletero

la aduana pasando por alto
que hubo un momento para mi
cuando las cargas dejaron de ser peso.

But not anymore.

Y vuelve la brisa del Thames
a tratar de brindar con una pinta

que no bebo

que no debo


nadar entre insurrecciones.


Y esta noche voy a alzar la copa en un brindis para las ausencias; Haris Alexíou, cuando quieras....

www.youtube.com/watch?v=qUDntQCyGvw

viernes, 13 de febrero de 2009

TODO PUEDE

Así es. Todo puede. Del cero y el absentismo al estadio casuístico de inflexiones que atornillan la vida. Sigue en la calma y en la calma muere. Como un Fénix torturado al girar de cada esquina y el intento de desviar la mirada hacia el recreo onírico de abrazos.

Hoy me he dado cuenta que no quiero decir nada. Ni en concreto ni vagamente. Tiendo al vacío, como un ópalo gris que algún día se creyó brújula de cierta travesía cautiva. Oculto se revelaba como un dogma diezmado en ilusiones, grandes fuerzas generadas por una traicionera juventud y todo una amarre de sueños.

El ópalo que fue velándose. Y se tiñó en negro.

Efectivamente. Todo puede. Al nacer el sol uno detecta el musgo de sombras que ha florecido a su alrededor durante las horas vacías de un dormir establecido por la trama de un tiempo cualquiera, en un remoto pasado e insultantemente vigente.

Los amaneceres hieden como teatros chinos. El cartón barato color fuego no va a dar la resurreción de tiempos mejores, ni los hilos se creerán rayos para abarcar todo aquello de lo que uno reniega. Veo la trampa. Y al verla, más que creerla, la asumo como pasaporte ficticio donde reposar tras una extenuante jornada y aduanas recuerdan sellos borrados por el paso de tantos rostros.

Podría ser que en algún momento pasara lentamente y te girarte la cara. Podría ser, porque todo puede. Y no puede simplemente por una totalidad lacrada en blanco o negro, en cincuenta y cincuenta, en un sí o un no. Tampoco creo en las gamas. Uno sólo hallaría el vacío. Él es el único que puede hacer posible o imposible, azaroso o pactado. En que te miren de cara o de reojo.

Calle arriba significa que dejo atrás una caverna con sombras que aburren, por lo reales, por lo absurdas. Yo no pedí asomar la cabeza pero cuando una caverna te quiere no se deja doblegar por la primera voluntad individual que se le pasa a uno por la mente. Hay que ser consecuente, y si metí la nariz allí donde el vacío se ha hecho su cotidianeidad no seré yo quien le vea salir de bruces a la luz. Y uno se queda.

Medir el tiempo es como intentar ser feliz. Limita.

Sé de fronteras que nadie se atreve a oler porque lo ajeno asusta, y doblemente, por desconocido. Sé de líneas marcadas por quien un día creyó ser el primero. Su estela quedó carcomida y los restos los echaron al fondo del mar, donde piensan los posos marinos qué hacer con tales enmiendas. Más algas y cierto resquemor en los ojos de aquellos que creen ver.

Abrir los ojos. Sentir la arena rugosa rasgar las tiernas pupilas de un romance que te han impuesto desde pequeño. Bidón de gasolina y traje de príncipe ardiendo. Se acabaron las realidades que nunca han llegado a serlo, embriones mezquinos que nunca hemos pedido salvo en algún momento de desesperación estéril.

El mar es un desierto de líquidos benignos que juega a ser aire con la tierra. Bucea en una nada color azul transparente y respira formas que en otro tiempo fueron montañas. Empapa de tierra inerte todos tus pulmones y notaré el peso que empuja mi cuerpo hacia el vacío. Una vez en él sabré cómo quererle. Porque puedo. Porque él puede.

sábado, 3 de enero de 2009

PERDIENDO ALTURA

...Ícaro seguía furioso porque su padre no le había preguntado sí quería alzar el vuelo, simplemente lo había dado por hecho.

Y así, ahogándose de aire puro que ardía, empezó a perder altitud en un ataque de venganza contra Dédalo, que aterrorizado entendió que el alma humana, a parte de ansiar alturas, está destinado a perderlas.

Varias plumas bailaron a cámara lenta durante unos minutos en el cielo hasta que la infancia se despidió de todos los juegos a los que Ícaro no pudo jugar por tener que soñar con unas alas.

Hay caídas que no podremos levantar.