jueves, 19 de febrero de 2009

Zarpar (suite a media asta)

...porque esto sería recoger los trozos de suela desgastados de tanto correr por el recreo.

¿Cómo acierta uno a alejarse y no saber desprenderse del susurro de labios que mece al cuerpo?

Recuerdo cubiertas, codos hincándose en barandillas, pedazos de uñas roídas ante la ausencia de un puerto. Las horas, las brisas, el pelo trenzándose azarosamente de proa a popa como un polizón que juega al ratón y al gato.

De las promesas, escritas en el menú de la cena de aquella noche, apenas bastaron para las primeras mesas servidas, tan alta su demanda era.

Un barco, pues, donde atarse al ancla y dejarse arrastrar sin mirar la espuma que, como venas, partía la carne azul en dos simetrías frías y susceptibles de un nuevo cambio.

Así le encontré tensando desde cubierta la fina línea del horizonte.

Podría decirse que estaba allí por estar, que se había alejado sin querer, paseando, de la Isla de los Bienaventurados. Todo iba con él sin que él mismo fuera una de las sombras de esta cueva en la que vivimos. Porque es cierto que era humano aunque cuando fruncía los labios se le escapaba un esbozo de héroe mitológico. Y trágico.
Con todo esto no quiero decir que fuera bello. Adusto, serio, con la mirada castaña como la madurez de un amfiteatro romano. La media sonrisa perfilada, sin el cinismo ni la prepotencia que otorga el haber bajado a los Infiernos y a la vuelta haberse olvidado de Eurídice. Porque así miraba él hacia el mar, como si hubiera dejado algo por el camino. Sólo que ni se molestaba en mirar atrás.

-¿Te molestan los golpes de aire en la cara?- preguntó.

-Apenas. Me hacen estar despierto.

-Bravo- dijo. Y se alejó hacia la puerta camino a la sala de fiestas.


2 comentarios:

ADRIANO dijo...

Hay música en lo que escribes, tiene mucha poesía.
Un saludo.

Sunion30 dijo...

Muchas gracias Adriano... Supongo que es el intento de invocar con palabras miradas, olores y gestos. El resto lo echa el mar.

Un abrazo.