jueves, 12 de marzo de 2009

Passionate you. Pequeña estampa siciliana.


"Dos capuccinos por favor", casi dejo escapar de mi boca. Rectifico rápidamente y añado una botella de agua.

De nuevo en la carretera, cuántos meses de calma aparente engarzada de horarios, pretendidas rutinas y menos -mucho menos- mar. Por eso hoy, al subirme de manera instintiva al tren que va hacia el centro de esta nueva ciudad he vuelto a creer que los paisajes nos moldean a su antojo, cambian estados de ánimo, quitan o insuflan energía, se hacen cómplices de todo nuestro equipaje de mano.


Nada más salir del túnel se perfilaba la tierra abrupta, con montañas y desniveles (qué gran paralelismo con la misma vida), aire agreste que no entiende de arquitecturas. Está ahí para que uno la respire.

La costa, gemela, avanzaba a golpes de ola mientras yo intentaba atravesar con los ojos la ventana y tocar con las manos todos los matices del azul del mar, para hacértelos ver con mis propios dedos cuando acariciara tus pupilas, mientras el sol hacía mella de tanta claridad festiva al enfrentarse al juego de cerrar mis párpados.

Las villas antiguas, los mercados que saludaban al pasar reencontraban en mi una superposición de sensaciones que, entre contradictorias y placenteras, me iban a acompañar estos días.

Pero hoy quisiera que tus ojos fueran mis ojos, que encontraras en las personas ese resquicio de bondad que ya dimos por perdida, que olieras la fruta, fresca, henchida de colores y le dieras un bocado entero de ilusiones. Gritos, gestualizaciones exageradas, prisas...todo envuelto en una primavera anticipada.



Como un día te dije, las islas tienen un tiempo particular, curioso para los ojos de una península. Las nubes aceleran haciendo competiciones de hilo blanco sobre el cual van tejiéndose los destinos de los que andamos debajo. Y todo se enreda a veces como una madeja. Pero no hay que preocuparse porque aquí tenemos tiempo para desenredarla, tenemos tiempo de isla. De que tú cojas el ovillo y yo vaya tirando del hilo circularmente con dos manos, de salir al porche a oler el mar verde que serpentea entre las montañas, de fruncir el ceño por la mañana cuando la cuadrícula de la persiana deje entrar al sol temprano, de correr y gritar, sentirnos vivos. Porque así es el ritmo de una isla, para degustarlo y hacer de ello una delícia. Y que esta vez sea yo quien coja el ovillo y vayas tú tirando del hilo en círculos con tus manos, de coger el coche y alcanzar la cima menos alta, prensar las miradas entre papel de secar para nunca más olvidar ese momento y que sirva de señuelo a otros muchos más que han de venir. Porque vendrán si así la isla lo ha decidido...Y bienvenido sea.

http://www.youtube.com/watch?v=NOY-fkmIAMI

2 comentarios:

ADRIANO dijo...

Una estampa muy idílica, cómo me gustaría haber estado ahí, pero gracias a tu relato, y a tus fotos, en cierto modo también he respirado ese aire, he visto esas nubes y he disfrutado del verde a tu alrededor.
Disfruta de la isla, yo ya la estoy disfrutando.
Un abrazo.

Sunion30 dijo...

Adriano, ya estuviste allí. Un día te cuento. Besos!