sábado, 14 de marzo de 2009

Noche de solsticio (Un altro cielo)

Apoyado en la barandilla inclinas tu cuerpo hacia delante como si quisieras robarle unos centímetros al aire para ver si llego a la hora prevista. Todavía quedan restos del día completamente soleado que te ha acompañado aunque ahora son sólo unos rayos los que se debaten con una silenciosa brisa nocturna y por un momento sientes un pequeño escalofrío. La mitad del cielo está de color anaranjado. Sé que te gusta este color tanto como un vaso de su zumo en un día de verano, refresca, vitamina, te hace sentir mediterráneo y un poco melancólico a un mismo tiempo.

El mirador que vigila la ciudad con tintes maternales está esta tarde casi vacío. Sólo algunas figuras pasean como extras en este escenario que hoy he querido elegir del cajón de mis memorias. Tengo un montón de exteriores y localizaciones pero es de éste del que guardo un gran cariño.

Descansas, decía, tu cuerpo en el muro y miras hacia abajo. Y desde donde te diviso empiezo a creer que no eres de este mundo. A tu lado el tiempo da vueltas en remolinos a cámara lenta, cada paso que das es un motivo para izar las velas de un nuevo día en el cual no hay tormentas ni mareas sino un mar reposado con tonos piedra, azul y verde. Y donde poder nadar.
El lino de tu camisa ondea como las carícias que un día yo creí darte, te roza pero da libertad para que tu piel respire mientras las luces de la ciudad van multiplicándose para decirte que ya está lista para nosotros.

Sigues mirando hacia abajo pero tu mirada no es de impaciencia ni de desasosiego. Es pura, recreada en la espera de saber que yo me acerco sin pesos, sin prisas ni demandas. Esta va a ser una noche para soñar y dejar que el bochorno del verano se haga nuestro cómplice. Reír, mirar, hablar. Qué cosas tan sencillas para un mundo que siempre va buscando otra vuelta de tuerca. Pero yo hace un tiempo que decidí acampar con estos tres pilares aguantando mi cobertizo de ilusiones. Porque qué más hay que esperar si uno ya no disfruta de eso.

Me levanto del banco donde he estado sentado todo este rato. Ni siquiera has mirado hacia atrás y sabes que aplaudo esa máxima en la vida.

A pasos lentos, con la arena delatora crujiendo, voy acercándome a ti. Estás tan inmerso entre los barcos del puerto que no adviertes mi presencia. Estás flotando con ellos esperando una nueva salida. Hasta que cuatro de mis dedos aterrizan suavemente en tu nuca para enseguida subir y hundirse sinuosamente en la hiedra de tu cabello. Me miras y entendemos que es hora de levantar el ancla:

-Vamos a navegar por la ciudad- dices.

http://www.youtube.com/watch?v=mRU1eceAppc


3 comentarios:

Sirena Varada dijo...

Precioso relato, Sunion, huele a mar. Es lo que ocurre cuando las palabras dibujan los contornos de los paisajes que soñamos. Yo nunca levantaría el ancla: reiría, miraría y hablaría, perdiéndome entre los huecos que deja el tiempo. Y siempre (¡siempre!) mirando al mar.

Besos

about MC dijo...

Hola, me alegro que te guste el blog. Montgomery Clift fue un gran actor y está por descubrir.

Un saludo.

Sunion30 dijo...

Sirena,me parece que tu canto (de sirena) nos hemos quedado hipnotizados con los mares, aunque sean de asfalto. Solo hay que dejarse llevar por las mareas y las calles porque siempre desembocan en un hueco del tiempo. Un beso.