...Ícaro seguía furioso porque su padre no le había preguntado sí quería alzar el vuelo, simplemente lo había dado por hecho.
Y así, ahogándose de aire puro que ardía, empezó a perder altitud en un ataque de venganza contra Dédalo, que aterrorizado entendió que el alma humana, a parte de ansiar alturas, está destinado a perderlas.
Varias plumas bailaron a cámara lenta durante unos minutos en el cielo hasta que la infancia se despidió de todos los juegos a los que Ícaro no pudo jugar por tener que soñar con unas alas.
Hay caídas que no podremos levantar.