Palabras que se mezclan con los soles, días que se asemejan a una extraña primavera cuando no hay más que nieve alrededor, horas que simplemente no se llenan bajo la ausencia de algo que nunca tuvimos.
Así, radiante y despejado el día, comenzaron a llover gotas dulces sin previo aviso. De los días en que las nubes nos habían abandonado apenas quedó un esbozo. Y, por lo imprevisto, los paraguas se quedaron en casa frustrados al no poder abrirse y saborear aquella extraña lluvia.
Fue un día 1, como el de un de primer peldaño. Y cuando los ojos más cegados subían, se conseguía ver más abajo.
Fuera, la lluvia seguía cubriendo las pieles de una dulce tontería que nadie se quería secar. Azúcar, canela y clavo, anís, crema y vainilla entrelazándose entre las letras, los minutos y los pensamientos lanzados al aire en un sin fin de confetti con los que cubrir los besos. Y éstos flotaban en una cadencia de labios que daban con otros labios y no se volvían a separar.
Sobre el fondo de unos luceros castaños iba la noche, húmeda y henchida, a recostarse sobre el otro lado, aquél que a veces nos deja ver lo mejor de cada uno aún cuando lo desconocemos. Con una dulce tontería encima.
Contracciones de mar
miércoles, 11 de enero de 2012
lunes, 28 de marzo de 2011
PREGUNTAS POR BOTONES
“(…)siempre era como si no hubiera pasado nada, siempre una puerta infranqueable ante las preguntas apasionadas.” C.M.Gaite, La Reina de las Nieves …pero las cosas pasan y las preguntas se suceden, a ritmo de flash de foto, cada vez más rápidas, más inquisitivas. Los ojos, sorprendidos e incoloros, pestañean las trabas que vamos encontrando al paso de las dos piernas de una negación que acelera su paso con amago de huída. Y en cada puerta, una patada. Hasta la extenuación -literal o literaria, eso ahora da igual- pierde el aliento, golpea, hurga en el cerrojo que han pasado a doble vuelta, pestillos de ilusión metálica. No es la consecución de pregunta-respuesta la que espero salir de tu boca. En los gestos, los suspiros o incluso en la cadencia de tus reposos acierto a ver las palabras que dejas detrás de tus puertas, las pasiones que nunca lo serán si no las haces saber, si no les das –ciertamente- la categoría de pasiones. La ataraxia en las retinas, en tu cuerpo tumbado, boca arriba, hermano casi del techo. Apenas te mueves, difícilmente respiras. Y no moverte, no hacer ni siquiera el ademán de levantarte para abrir la puerta te reduce a algo menos que una sábana usada, maltrecha, casi transparente. A un alma en cama. Y las preguntas se acumulan, impacientes, obreras, como una masa rugiendo en contra de su tiempo. http://www.youtube.com/watch?v=s5aS9Ld74h8
jueves, 9 de diciembre de 2010
Nuestra alma de olas
...y volvemos. Exhaustos, con robín en los codos y rodillas, tiznados los ojos de un cansancio metálico que aumenta el peso de nuestros párpados, no queremos ver...o no sabemos ver. Pesan, también, las piernas mientras se alzan temblorosas y hundidas en la arena mojada, hacen falta las manos, los brazos, de nuevo, para alzarse. Y la piel con clapas de sal seca, sabores que con anterioridad amábamos y que ahora nos piden un poco de agua para diluirlos y hacerlos más llevaderos.
Se enredan los dedos con las algas secas, la arena se cuela por debajo de las uñas y la sensación de habernos dejado algo atrás nos imprime un aire de naufragio narcisista. Pero no nos achicamos. Seguir los restos hasta la costa se vuelve una primera motivación para llegar al centro de no sabemos dónde. Pero queremos llegar. Levantarnos. Clavarnos las astillas a sabiendas del dolor. Porque el agua salada todo lo cura, menos las regatas de nuestros sentimientos que decidieron marchar en dirección contraria. Mar adentro.
Sentados en la costa las vemos partir. Y volvemos a levantarnos.
Se enredan los dedos con las algas secas, la arena se cuela por debajo de las uñas y la sensación de habernos dejado algo atrás nos imprime un aire de naufragio narcisista. Pero no nos achicamos. Seguir los restos hasta la costa se vuelve una primera motivación para llegar al centro de no sabemos dónde. Pero queremos llegar. Levantarnos. Clavarnos las astillas a sabiendas del dolor. Porque el agua salada todo lo cura, menos las regatas de nuestros sentimientos que decidieron marchar en dirección contraria. Mar adentro.
Sentados en la costa las vemos partir. Y volvemos a levantarnos.
martes, 7 de diciembre de 2010
Amaneceres
He despertado con la misma sensación del día anterior, el estómago lleno de vacío, de torbellinos con aire de tormenta e inevitablemente, asomándome a empujones a un precipicio con forma de libreta. La misma espiral que une las hojas amenaza con no dejarme ir, con engancharse quejumbrosa a los hilos de una historia que hace años va intentado salir, huidiza, tímida, a retales como una colcha de patchwork lanzando un mensaje caótico de colores y texturas.
Y hace frío. No tengo más remedio que cubrirme los hombros con ella.
A veces los silencios dicen más que las palabras pero en este caso yo las necesito, aferrarme a ellas como una boya para seguir a flote, tomar aliento para volver a hundirme en un agua donde no hay ruidos ni barcos. Son salinas de tiempo estancado y una parálisis difuminada en colores marinos. Un descenso, de nuevo.
Y ahí está la libreta, en la orilla, con sus hojas bailando al aire, pasando rápidamente con mi letra, mis palabras, mis pedazos de segundo que un día intenté que no desaparecieran cuando soy yo mismo el que los ha dejado morir, cerrándolos en tinta, entre dos cubiertas. Apilándolos como si no fueran más que una mercaderia cualquiera entre todos los libros que tengo encima de la mesa por leer. Quería más palabras, más visiones. Pero olvidé cuáles eran las mías.
Con la boca llena de sal y algas llego exhausto hasta la arena y comienzo a leer la primera hoja escrita...
Y hace frío. No tengo más remedio que cubrirme los hombros con ella.
A veces los silencios dicen más que las palabras pero en este caso yo las necesito, aferrarme a ellas como una boya para seguir a flote, tomar aliento para volver a hundirme en un agua donde no hay ruidos ni barcos. Son salinas de tiempo estancado y una parálisis difuminada en colores marinos. Un descenso, de nuevo.
Y ahí está la libreta, en la orilla, con sus hojas bailando al aire, pasando rápidamente con mi letra, mis palabras, mis pedazos de segundo que un día intenté que no desaparecieran cuando soy yo mismo el que los ha dejado morir, cerrándolos en tinta, entre dos cubiertas. Apilándolos como si no fueran más que una mercaderia cualquiera entre todos los libros que tengo encima de la mesa por leer. Quería más palabras, más visiones. Pero olvidé cuáles eran las mías.
Con la boca llena de sal y algas llego exhausto hasta la arena y comienzo a leer la primera hoja escrita...
jueves, 27 de mayo de 2010
No reconozco
...no reconozco a este tipo que mira asustado
desde el espejo de las escaleras mecánicas
allá donde todos miran buscando qué se yo
tal vez una sumergida Atlántida...
"No reconozco" Ismael Serrano
Es temprano y mi figura en slow moving se acerca a la ventana de un comedor que no es mío. Desde ella vuelvo a caer hipnotizado en la vista de patios interiores, edificios traseros del Eixample, sus balcones, terrazas, algunos de toques modernistas, pequeñas obras de arte ajenas a las miradas externas y de paso. En el fondo, vacíos llenos de cielo que hoy madruga con mis pupilas tullidas.
En un paso atrás finjo sorprenderme con mi reflejo en el cristal. Podría dejarme llevar por el motor literario y decir que no reconocía lo que veía pero incluso haber dormido poco no impedía un último ataque de sinceridad: ése era yo.
Odio los flashbacks tanto como los necesito. Los atesoro en cajas, señales o notas que luego voy encontrando entre las hojas de libros porque sé que un día u otro van a salir a mi encuentro de manera casual aunque de casual no tengan nada si yo mismo voy preparando su salida.
Quizás, con un poco de suerte, me encuentre un día a mi mismo saliendo de entre las páginas amarillas del "Cuaderno de todo" de Gaite. Pero de momento he de contentarme con oír mis palabras escritas.
Y me echo de menos. Terriblemente.
Y al mar.
desde el espejo de las escaleras mecánicas
allá donde todos miran buscando qué se yo
tal vez una sumergida Atlántida...
"No reconozco" Ismael Serrano
Es temprano y mi figura en slow moving se acerca a la ventana de un comedor que no es mío. Desde ella vuelvo a caer hipnotizado en la vista de patios interiores, edificios traseros del Eixample, sus balcones, terrazas, algunos de toques modernistas, pequeñas obras de arte ajenas a las miradas externas y de paso. En el fondo, vacíos llenos de cielo que hoy madruga con mis pupilas tullidas.
En un paso atrás finjo sorprenderme con mi reflejo en el cristal. Podría dejarme llevar por el motor literario y decir que no reconocía lo que veía pero incluso haber dormido poco no impedía un último ataque de sinceridad: ése era yo.
Odio los flashbacks tanto como los necesito. Los atesoro en cajas, señales o notas que luego voy encontrando entre las hojas de libros porque sé que un día u otro van a salir a mi encuentro de manera casual aunque de casual no tengan nada si yo mismo voy preparando su salida.
Quizás, con un poco de suerte, me encuentre un día a mi mismo saliendo de entre las páginas amarillas del "Cuaderno de todo" de Gaite. Pero de momento he de contentarme con oír mis palabras escritas.
Y me echo de menos. Terriblemente.
Y al mar.
jueves, 27 de agosto de 2009
Hilando fino se hace madeja al hilar
...en las horas de vacío dónde debe uno aferrarse si se siente ajeno a lo que le rodea, si no sabe doblegarse a lo que las fieras reparten entre dientes como normalidad cuando lo único que ésta le provoca es alzar las cejas sin asombro pero con una pizca de decepción.
Así las horas compartidas, lo lazos que se han dejado de anudar. Quién decide cómo atar a las personas en el tiempo en que las cintas van rasgando en zig-zag el aire, saber si toparán y si el azar de un viento hiperactivo decidirá confundir varias cintas en una acto de confabulación festiva. Y de esta forma nos aferramos o pretenden atarnos; porque hay personas que se creen viento, demiurgos del cazar aquello que uno se obstina en ocultar.
Así regreso de nuevo a las letras; con un "cuaderno de todo", mil ideas-raíces trenzándose y la promesa de tejer, tejer hasta la extenuación del compromiso por todo aquello que nunca quise contar, como el "Cuento de nunca acabar".
Así las horas compartidas, lo lazos que se han dejado de anudar. Quién decide cómo atar a las personas en el tiempo en que las cintas van rasgando en zig-zag el aire, saber si toparán y si el azar de un viento hiperactivo decidirá confundir varias cintas en una acto de confabulación festiva. Y de esta forma nos aferramos o pretenden atarnos; porque hay personas que se creen viento, demiurgos del cazar aquello que uno se obstina en ocultar.
Así regreso de nuevo a las letras; con un "cuaderno de todo", mil ideas-raíces trenzándose y la promesa de tejer, tejer hasta la extenuación del compromiso por todo aquello que nunca quise contar, como el "Cuento de nunca acabar".
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