viernes, 26 de junio de 2009

Cuando las voces nos abandonan

Para David. Buen viaje y buen regreso.

Orillas en salina, oportunidades en un quizás que flotan como la basura sobre el mar después de un día de tormenta veraniega, sin orden, caóticas entre brisas altas.

Se alargan los silencios y con ellos se empiezan a vislumbrar los bajos fondos donde piedras, musgo y cofres languidecen en un discreto segundo plano. Por luz propia, en un claro de luces marchitas.

Y las voces.

Se fueron o quizás dejamos de oírlas. O simplemente las alejamos.

Una de las más añoradas, la voz propia. Porque sin ella voy a ciegas cuando va desgarrando el verano. Porque las olas ya no vuelven a la orilla sino huyen sin haberla tocado. Porque, al final del día, no hay palabras que acompañen y se sienten a mi lado del sofá haciendo la vista gorda sobre todo lo que mi mente haesbozado durante el día. Y callo por rutina, por abandono de mi voz cifrada que zarpó con todos los cofres de ideas y, descuidada, los lanzó por la borda a un jardín de azules.

Y en ellos me reconozco, bajo un fondo de silencios y opresiones líquidas.

Y floto por recuperarla, asirla a mi garganta, sorteando otras voces que no tienen nada que ver con la mia.

Subo y tomo aire. Medio sonrío y me sumerjo de nuevo.

...me pregunto cuánto puede una persona aguantar sin respirar bajo el silencio.