lunes, 18 de mayo de 2009

Hechizo marino

...bajamos paseando hacia la playa donde los niños querían ir a jugar un rato, la inocente aventura de mojarse los pies cuando uno no lleva bañador ni toalla. Les remangué los pantalones y comenzaron a jugar a huir de las olas que se acercaban, amenazantes, a comerse sus pies. Me sorprendía ver que no tenían frío. Yo, en cambio, estaba con la chaqueta puesta abrazando mis rodillas y mirándolos con una sonrisa entrecortada.

El niño, M., corría con euforia de un lado a otro. Y cuando me giré a ver qué hacía ella, L., me di cuenta que estaba mirando hacia el horizonte con una expresión melancólica.

"El mar ya se le ha metido dentro", pensé. "Y sólo tiene ocho años."

Su expresión de ausencia, de anhelo hacia lo que habrá en el otro lado, la fiebre enfermiza de azules y la extraña compañía que suponen el fondo del mar...todo, todo eso se había apoderado ya de ella como me pasó a mi hace ya muchos años.

Yo era un poco más mayor que ella, todavía recuerdo la sensación. De sentirme a la deriva, minúsculo, de tener que iniciar una travesía sin saber si Penélope estaría cuando volviera...de llenarme con las brisas y jugar con los acantilados, perderme entre los diversos azules de su superfície y descender hasta el marino de sus fondos donde se esconden los más deseados tesoros. Yo no tenía ansias de poseerlos. Sólo quería verlos, no quedármelos. Y volver de nuevo a la superfície.

Y desde entonces me encuentro como hechizado, igual que ahora lo está ella. A la espera de una nueva ola, de nuevas brisas. Con mil interrogantes metidos en botellas que no sabemos si querremos lanzar al agua, hacerlos navegar.

Ojos que descansan mecidos por los abrazos salados de un sábado cualquiera.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Fotografías de hilo y perfume

"Quand je m'endors contre ton corps
Alors je n'ai plus de doute
L'amour existe encore"

LUC PLAMONDON-RICHARD COCCIANTE


Las arrugas esconden
entre las sábanas
vacíos
retratados en noches
de luna opaca,

se abrazan
tejiendo formas
y un paisaje
de hilo fino y perfume

olor que no nubla

sabor que alimenta
el hambre de acariciarse
entre los miles de negativos
por escoger.

La caza, en la calle.
El asiento, vacío.

Y tras una jornada capturando
imágenes adquiridas
-que no esperadas-
el regreso a la cama se asienta
en restos de sorpresa

y de nuevo, al acercar
la cara a la almohada
tu olor posa con una sonrisa
estática
ante mi cámara
para retratar la noche

que he de ver sin compartir.