sábado, 28 de marzo de 2009

Resurrección

...dijeron que ya no podía dolerle porque habían extirpado sus recuerdos más preciados. Que con el bisturí los días guardados en formol se vertieron por el suelo del quirófano sin hacer demasiado estruendo. Sencillamente-dijeron los médicos-había quedado vacío.

Reinventarse. Jugar al demiurgo. Salir impulsado de la nada y bailar los brazos en cruces donde asirse. Porque así está escrito en las vallas de ninguna parte, porque así uno que no tiene voluntad ve germinar el fruto que lleva escondido.

Pasó su mano por la cabeza arrastrando el pelo hacia atrás y la sensación le pareció nueva, como si de un nuevo cuerpo se tratara. Desde la camilla podía ver los pedazos de recuerdos machacados y el líquido avanzando poco a poco hacia la puerta, una suerte de riachuelo que en algún momento los llevaría a algún mar. Pero él ya no los reconocía, era imposible reconstruirlos y mucho menos identificarlos.

Se puso en pie. Sin ropa, sin calzado. Sólo él y lo mejor de sí mismo, un mar interno que estaba en una calma azul verdosa. Si hubiera recordado algo vería las tormentas, las olas luchando, los sollozos por un respiro de aire. Pero eso no va a pasar.

Camina hacia la puerta de salida del quirófano. Sus pies se mezclan con el formol y pisotea los trocitos de recuerdo a su paso. Ni siquiera se le clavan en los pies.

Con espíritu de mesías abre la puerta. Y sólo la luz que viene desde fuera le vuelve a llenar con las simples ganas de vivir.

Luz de vacío, de horas y carretera.

lunes, 23 de marzo de 2009

Funambulista

Se le habían traspapelado los sueños. En el archivo, varias carpetas de alegres colores no sabían ya ocultar la impaciencia de sueños que asomaban por los cuatro costados y que, tras tanto tiempo sin haber querido clasificar, amenazaban ahora con tomar su vida transformándolo en víctima y retirándole de sus ojos las riendas de un horizonte en el que quería ser malabarista.

Se oía música, de fondo. Era como un ruido sordo que le ocupaba y destruía cualquier pensamiento que quisiera formular. Detestaba esa rutina gris de tener que separar, sopesar, ejecutar cualquier propuesta de sueño que hubiera sido solicitada. Porque el ser humano, por soñar, que no quede.

Instancias, sellos, aprobaciones y firmas, todo quedaba tan lejos de su mano que ya no sabía discernir si alguna vez fue el quien fantaseó con todos ellos o si bien su propio inconsciente había montado un buffet y se había independizado.

Así que juntó todas las carpetas en un costado de la mesa. No solía ponerse límites pero tenía demasiado amor a su pendiente horizonte e inevitablemente demasiados pesos podían desestabilizarle para acabar en tierra firme.

Era el suyo un horizonte azul, siempre marino, por el que le gustaba hacer equilibrios entre cielo y mar, entre dos azules que pertenecían a un mismo cariño, aquel que, primigenio, le hizo nacer por segunda vez.

Un codazo. Las carpetas cayendo en slow moving hacia el suelo, incluso algunas ya directamente en la papelera. Los sueños desperdigados y él, triste, sin quererlo, empujándolos todavía un poco más.

Una vez la mesa libre sacó un libro en blanco nuevo, como acostumbraba a hacer cuando comenzaba una nueva etapa. No importaba no haber agotado las páginas del anterior, aquél ya quedó atrás, hacía falta uno nuevo, una cubierta nueva, el olor a papel nuevo por rellenar.

viernes, 20 de marzo de 2009

BAILE Y CADENCIAS

MADRE: (…) un caballero tan enamorado de ella que yo estaba segura de que le haría una proposición, aunque fuera escribirle unos poemas muy bonitos…

ELIZABETH: (cortándola)…y con eso acabó todo. ¿Quién sería el primero en descubrir el poder de la poesía para matar el amor?

MR. D´ARCY: Yo creía que la poesía era el alimento del amor.

ELIZABETH: De un amor sólido tal vez pero si no es más que una ligera inclinación un mal soneto lo mataría en el acto.

MR.D´ARCY: ¿Y qué recomienda para fortalecer el afecto?

ELIZABETH: Bailar. Aunque la pareja sea apenas aceptable.

(Mirando a Mr.D´Arcy Elisabeth se da la vuelta y abandona el salón de baile)

jueves, 19 de marzo de 2009

Subtile invitation

...Las risas inundaron de nuevo el local que ahora le dió la impresión de tener más luz y colores, tornasolados, formando un espejo en el que se quería reflejar. El deseo de sentirse adolescente de nuevo, desinhibido, reír por las cosas más simples y no preocuparse del resto del mundo. Así que se subió a esa sensación, olvidó todas sus carencias y se atrevió a responderle acercándose a su oído:

-Estaré encantado…- y en ese momento un pedazo de hielo se derritió en su interior. Lo sentió fundirse, perder consistencia, volverse líquido, calentarse y unirse con su sangre para circular y llevar un cálido mensaje por todo el cuerpo. Ahora sentía menos frío, el ritmo de la aventura avanzaba y hubiera salido a la calle para hacerle saber al mundo que allí veían a una persona que hacía tiempo vivía escondida en él. Y sentía que podía dar calor a toda la gente que vivía un eterno invierno, como un sol que hubiera adoptado la misión de un Mesías.


Todavía quedaba mucho por soñar y tanta orilla que dejar marcada.



sábado, 14 de marzo de 2009

Noche de solsticio (Un altro cielo)

Apoyado en la barandilla inclinas tu cuerpo hacia delante como si quisieras robarle unos centímetros al aire para ver si llego a la hora prevista. Todavía quedan restos del día completamente soleado que te ha acompañado aunque ahora son sólo unos rayos los que se debaten con una silenciosa brisa nocturna y por un momento sientes un pequeño escalofrío. La mitad del cielo está de color anaranjado. Sé que te gusta este color tanto como un vaso de su zumo en un día de verano, refresca, vitamina, te hace sentir mediterráneo y un poco melancólico a un mismo tiempo.

El mirador que vigila la ciudad con tintes maternales está esta tarde casi vacío. Sólo algunas figuras pasean como extras en este escenario que hoy he querido elegir del cajón de mis memorias. Tengo un montón de exteriores y localizaciones pero es de éste del que guardo un gran cariño.

Descansas, decía, tu cuerpo en el muro y miras hacia abajo. Y desde donde te diviso empiezo a creer que no eres de este mundo. A tu lado el tiempo da vueltas en remolinos a cámara lenta, cada paso que das es un motivo para izar las velas de un nuevo día en el cual no hay tormentas ni mareas sino un mar reposado con tonos piedra, azul y verde. Y donde poder nadar.
El lino de tu camisa ondea como las carícias que un día yo creí darte, te roza pero da libertad para que tu piel respire mientras las luces de la ciudad van multiplicándose para decirte que ya está lista para nosotros.

Sigues mirando hacia abajo pero tu mirada no es de impaciencia ni de desasosiego. Es pura, recreada en la espera de saber que yo me acerco sin pesos, sin prisas ni demandas. Esta va a ser una noche para soñar y dejar que el bochorno del verano se haga nuestro cómplice. Reír, mirar, hablar. Qué cosas tan sencillas para un mundo que siempre va buscando otra vuelta de tuerca. Pero yo hace un tiempo que decidí acampar con estos tres pilares aguantando mi cobertizo de ilusiones. Porque qué más hay que esperar si uno ya no disfruta de eso.

Me levanto del banco donde he estado sentado todo este rato. Ni siquiera has mirado hacia atrás y sabes que aplaudo esa máxima en la vida.

A pasos lentos, con la arena delatora crujiendo, voy acercándome a ti. Estás tan inmerso entre los barcos del puerto que no adviertes mi presencia. Estás flotando con ellos esperando una nueva salida. Hasta que cuatro de mis dedos aterrizan suavemente en tu nuca para enseguida subir y hundirse sinuosamente en la hiedra de tu cabello. Me miras y entendemos que es hora de levantar el ancla:

-Vamos a navegar por la ciudad- dices.

http://www.youtube.com/watch?v=mRU1eceAppc


jueves, 12 de marzo de 2009

Passionate you. Pequeña estampa siciliana.


"Dos capuccinos por favor", casi dejo escapar de mi boca. Rectifico rápidamente y añado una botella de agua.

De nuevo en la carretera, cuántos meses de calma aparente engarzada de horarios, pretendidas rutinas y menos -mucho menos- mar. Por eso hoy, al subirme de manera instintiva al tren que va hacia el centro de esta nueva ciudad he vuelto a creer que los paisajes nos moldean a su antojo, cambian estados de ánimo, quitan o insuflan energía, se hacen cómplices de todo nuestro equipaje de mano.


Nada más salir del túnel se perfilaba la tierra abrupta, con montañas y desniveles (qué gran paralelismo con la misma vida), aire agreste que no entiende de arquitecturas. Está ahí para que uno la respire.

La costa, gemela, avanzaba a golpes de ola mientras yo intentaba atravesar con los ojos la ventana y tocar con las manos todos los matices del azul del mar, para hacértelos ver con mis propios dedos cuando acariciara tus pupilas, mientras el sol hacía mella de tanta claridad festiva al enfrentarse al juego de cerrar mis párpados.

Las villas antiguas, los mercados que saludaban al pasar reencontraban en mi una superposición de sensaciones que, entre contradictorias y placenteras, me iban a acompañar estos días.

Pero hoy quisiera que tus ojos fueran mis ojos, que encontraras en las personas ese resquicio de bondad que ya dimos por perdida, que olieras la fruta, fresca, henchida de colores y le dieras un bocado entero de ilusiones. Gritos, gestualizaciones exageradas, prisas...todo envuelto en una primavera anticipada.



Como un día te dije, las islas tienen un tiempo particular, curioso para los ojos de una península. Las nubes aceleran haciendo competiciones de hilo blanco sobre el cual van tejiéndose los destinos de los que andamos debajo. Y todo se enreda a veces como una madeja. Pero no hay que preocuparse porque aquí tenemos tiempo para desenredarla, tenemos tiempo de isla. De que tú cojas el ovillo y yo vaya tirando del hilo circularmente con dos manos, de salir al porche a oler el mar verde que serpentea entre las montañas, de fruncir el ceño por la mañana cuando la cuadrícula de la persiana deje entrar al sol temprano, de correr y gritar, sentirnos vivos. Porque así es el ritmo de una isla, para degustarlo y hacer de ello una delícia. Y que esta vez sea yo quien coja el ovillo y vayas tú tirando del hilo en círculos con tus manos, de coger el coche y alcanzar la cima menos alta, prensar las miradas entre papel de secar para nunca más olvidar ese momento y que sirva de señuelo a otros muchos más que han de venir. Porque vendrán si así la isla lo ha decidido...Y bienvenido sea.

http://www.youtube.com/watch?v=NOY-fkmIAMI

domingo, 8 de marzo de 2009

Un café corto (He touched me)

"Un café corto. O largo, sin mirar el reloj. Reciclar ideas. Mirar hacia dentro. Hacia fuera. Ahorrar energías. Soñar..." Azucarillo Cafés Q.

Desde hace años tengo una manía que no puedo evitar. Nunca tomo café en casa. Quizás es que no me atrevo a poner una cafetera para dos y que se quede el café de un día para otro. Un motivo menor. Porque en realidad es que cuando pido un café (normalmente con leche, para desayunar) me pongo cómodo en la silla, sé que comienza un nuevo viaje. Como dice ese gran texto de la foto "Mirar hacia dentro". Es mi homenaje al día que comienza, a las horas en las que voy a dejar que escuchar que estoy vivo por el atropello de teléfonos, reuniones, análisis y decisiones. Porcentajes, beneficios, excels a los que me dedico a poner colores para tintarlos de una pizca de poesia con todos los tonos del mar.

Sí, ese momento es mío y me gusta conversar. Estoy sentado solo pero en mi mesa se sientan otras almas. Conversamos de voluntades, carícias que hemos callado y que no nos atrevemos a mirar, de las horas que pesan ante las dudas y relativizando nos dedicamos una media sonrisa. Porque sé que tú estarás haciendo lo mismo en este momento, pedirás tu café, quizás una tostada para acompañar, irás cargando de energía el pecho para seguir con este teatro de marionetas cuando sentimos que nos han cortado los hilos y no queremos echar el telón. Porque nos sentamos juntos aunque no estemos delante uno de otro. Ni falta que hace.

A veces, miro por el ventanal de la cafeteria que doblega los rayos de sol. El horizonte del mar, siempre recto, me recuerda a un paisaje común y a los veleros que nunca supimos zarpar. Redes, anclas de un pasado que se evapora como el café caliente. Y las manos que se alargan para coger un azúcar y se topan con otras manos. Robar carícias, robar el corazón. Quedarse prendado del ritual de darle vueltas a la cucharilla, de darte vueltas a ti. Y una vez deshecho el azúcar llevarte la cuchara a la boca, llevarte los labios también.

Y en un segundo, volver a la cafetería, mirar el reloj y salir corriendo hacia el trabajo. Con arena en los zapatos.

http://www.youtube.com/watch?v=LO-wPOgVtqg&feature=related

sábado, 7 de marzo de 2009

Tengo un jardín (No one else) 2a.parte

"Paseando, me pregunto si deben existir más personas que tengan un
jardín por donde dejar las huellas una mañana de domingo y neblina."
"Y al fin, el lago. Verde, tardío y lleno de promesas. La torre de agua
controlándolo no vaya a ser que pierda el cauce. Todo rodeado de arbustos
y maleza, una pequeña gran gruta ajena al tráfico de las horas."

"Un poco más arriba, el camino marcado por cipreses. Dicen que los cipreses
son los árboles de los muertos pero a mi me gusta su compañía. Ladeados,
parecen mecerse en busca de un saludo."
"...hiedras que juegan al corro con el quiosco de música que centraliza toda la
atención. No hay música. No hay instrumentos. "

"Si me apoyo en el pequeño puente veo manos que se espesan y tímidas,
roban una carícia. Labios que penden de los árboles y sólo quieren madurar
para caer y ser libres. Benditos aquellos que los recojan porque no hay mejor
fruta que la que quiere ser mordida."




jueves, 5 de marzo de 2009

Costas y pasos. (Choices)


...Y allí dormitaba el pueblo, con sus pequeñas casas reunidas alrededor del puerto y la iglesia como centro de apoyo. El olor a mar envolvía de caricias marinas el paseo que recorría toda la orilla donde las barcas mecían besos y dudaban si entregarlos en sus redes o empujarlos mar adentro. Y mar adentro esos besos siempre volvían con forma de viento protector.

Aparqué el coche y fui en busca de la pensión que había reservado desde la oficina turística de Girona en mi parada para comer. Sólo llevaba una bolsa de mano con la ropa justa para unos días así que me entretuve gustosamente paseando por las callejuelas con la sensación de estar caminando sobre las aguas de un mar conocido. Sus corrientes trazaban un ritmo que no podía evitar seguir, el color azul cristalino reflejaba sensaciones trenzadas con coral y yo me dejaba maniatar por ellas, esclavo de las algas perdidas y de las promesas convertidas en cofre oculto.


Delante de la puerta de la iglesia decidí hacer una parada para embalsamar tranquilamente tantas sensaciones desacostumbradas. Yo las busqué, yo debía velar por ellas si nadie más iba a hacerlo. Y sentado en las escaleras de piedra respiré hondo.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Café lusitano (esbozos de una espera)

Sigue dando vueltas el café al ritmo de mi muñeca. Apenas le he echado azúcar, espero que te guste un poco amargo. Lo voy a dejar reposar un rato mientras vuelvo a mirar hacia la calle, atravesando la puerta, por si bajaras de un tranvía.

Crece el tráfico pero las horas no pasan y temo que el café vaya a enfriarse así que te invito imaginariamente a la silla vacía que me mira con cierto aire de victimismo.

Cruzo los brazos y con las manos me acaricio los antebrazos. No es que tenga frío, es que no sé por dónde empezar. Algunos comienzos tienen espíritu de ojal de aguja fina y hay que enhebrarlos con cariño. Igual con una conversación y con ésta el deseo de que sea especial crece al aroma de tu ausencia.

Quisiera hablarte de paseos, de asfalto que sella las heridas, de brisas que se levantan caprichosas en las horas de más bochorno en la madrugada cuando el insomnio se ha hecho con mis ojos y decido salir a callejear. Que espero chocarme contra tu cuerpo en cada esquina y sentir el azúcar caramelizado de tu piel a través del blanco lino que ondea con aire festivo y calma acompasada. Que los tempos de nuestros pies nos encaminan a un baile de sombras entrelazadas bajo las farolas. Que me niego a dejar pasar ni un tranvía más sin que tus pupilas se posen en las mías a pesar de que esta no sea tu estación.

Con los labios nacen labios, crece la espera cuando son sólo unos milímetros los que los separan. Y en esa tensión el tráfico vuelve a llenar las calles y consigo rozar con un dedo tu espalda subiendo tersamente hacia la nuca y al llegar a ésta se me enredan los cambios de sentidos y múltiples atascos. Los suspiros que dejas caer acierto a mecerlos de nuevo entre mis brazos cruzados.

Se abre la puerta. El café ya debe estar frío y el tranvía, fuera, acaba de parar. No lo entenderás pero yo ya hecho mi apuesta.

lunes, 2 de marzo de 2009

Lisboa, de nuevo. Romper madrugadas.

Al calor reconfortante de un fado
bailan mis ojos rodando calle abajo
ansiando topar con la
saudade
de estas sombras inciertas.

Llevo todo el día persiguiéndola,
creciendo el ansia de cazarla
y hacerla mía,

unir la melancolía
con este aire portugués
de divagación no pretendida.

Una jauria de ojos salvajes que no me acechan.

Y un espíritu prófugo del Hades
me recuerda un retorno
dudoso en todos los sentidos.

Volví.
Y no soñé.

Quise rociar de nuevo
mis labios con veneno engañoso,
con luces parasitarias
en cierto modo solidarias.

Si alguna vez despierto,
recuérdame
que no la deje escapar más,

a esa escurridiza saudade.

Lisboa, marzo 2004

http://www.youtube.com/watch?v=nKlUNdRXH78&feature=related

domingo, 1 de marzo de 2009

Tengo un jardín (No one else)

Yo tengo un jardín. Debe ser de los mejores descubrimientos que he hecho en años.

La entrada puede parecer decadente y mustia pero los robles se alzan con fuerza para marcar la cuesta de arena que se adentra hacia el espesor de los mil matices de verde que crecen con la humedad de los días.

Si uno sabe girar con certeza desemboca al pequeño patio con fuente y hiedras que juegan al corro con el quiosco de música que centraliza toda la atención. No hay música. No hay instrumentos. Ni siquiera hay público con la excepción de dos estatuas que pretenden imitar a un par de dioses griegos. Por sus elementos una diríase Afrodita, el otro, Apolo. Pero no hablan y ven pasar la lenta cadencia de acordes con una impasividad propia de las divinidades. Que para eso son eternas.

Un poco más arriba, el camino marcado por cipreses. Dicen que los cipreses son los árboles de los muertos pero a mi me gusta su compañía. Ladeados, parecen mecerse en busca de un saludo.

Y al fin, el lago. Verde, tardío y lleno de promesas. La torre de agua controlándolo no vaya a ser que pierda el cauce. Todo rodeado de arbustos y maleza, una pequeña gran gruta ajena al tráfico de las horas.

Paseando, me pregunto si deben existir más personas que tengan un jardín por donde dejar las huellas una mañana de domingo y neblina. Si, por más que uno esté ocupado, sabrán adentrarse entre la espesa maraña de hojas color botella para compartir la sensación de que no todo está perdido y si , en esa unión solitaria con otros propietarios de jardines, conseguirá saborear la pequeña corriente de frío que repta por la nuca y nos hace sentir vivos.

Si me apoyo en el pequeño puente veo manos que se espesan y tímidas, roban una carícia. Labios que penden de los árboles y sólo quieren madurar para caer y ser libres. Benditos aquellos que los recojan porque no hay mejor fruta que la que quiere ser mordida.

Porque mi jardín está vacío pero sé que estoy acompañado. Aunque sea de almas lejanas y desconocidas.

Bienvenidos a mi jardín romántico. Llenémoslo de música.
http://www.youtube.com/watch?v=AwzvuiMk-m8