sábado, 21 de febrero de 2009

Esbozos de una escena (II)

ESCENA 2

(Persiste la sombra de tu ausencia pero sé que algún día el sol dejará de brillar mi vida. Arrancas penas para jugar al escondite inglés mientras siento la vida llenar mis sentidos de trampas. Te acercas y cedo. Me alejo y tiemblas.
La piel no es la misma. Estamos tumbados en el sofá descubriendo senderos de terciopelo y besándonos con cadencia de bolero. Mis labios se deslizan y justo en su punto más extremo vuelven a resurgir de entre los suyos. Las manos juegan sin sentido a no encontrarse nunca y alborotadas, recorren distancias jamás soñadas una y otra vez. Es la historia de un amor que crece con los días. Y circular, vuelve a dónde ha empezado. Aunque tú no estés)


Me separé de su cuerpo con sensación de frío. Había refrescado los últimos días y nada parecía ser lo que era, ni siquiera las estaciones. Agosto había decidido acabar con su fama de años y las primeras mangas largas se sorprendían de ver que los días tenían más luz de lo que habrían llegado a imaginar. Tutti frutti de hojas secas bailando sin ganas en las aceras. Avenidas sin personas que se sentían incomprendidas. Y de fondo, una luz de farola que se difuminaba con los últimos minutos de sol del día.
Me giré. Cogí la camiseta y salí al balcón para intentar tomar perspectiva de la situación actual. Y cuáles eran los pasos a seguir:"Tengo un chico desnudo en la cama. Acabamos de hacer el amor. Su cuerpo todavía palpita a causa de mis lágrimas. Creerá que soy un tarado, o algo así...No quiero verlo más".

Y una vez hecho el cuadro de la situación me acerqué a él e intenté decirle sutilmente que me dejara solo. Claro que la sutileza nunca ha sido uno de mis fuertes. Lejos de lo que esperaba se levantó, se puso la ropa y con un sencillo "adiós" zanjó la noche.

Al salir las lágrimas me queman como ácido en la cara. Clara ya me avisó que pasaría. Un día, mientras intentábamos buscar un sitio tranquilo para ver la puesta de sol en Sunion, me contó el origen de las lágrimas y toda la amargura y odio que pueden llevar dentro. Según ella, las lágrimas eran esa tristeza que quedaba atrapada en silencios y pudores, rencores y orgullo. Al no encontrar una manera de salir, se iban acumulando día a día en nuestros ojos, las ventanas que separan nuestro mundo interior del real. Toda esa mezcla iba alimentándose de tales humores, se iba volviendo negra y líquida, todo malos sentimientos. Al acumularse una gran cantidad o apretar el botón de la memoria empezaban a salir a borbotones por nuestros ojos, deslizandose mejillas abajo.


-¿y por qué dices que el líquido es negro si son transparentes? -pregunté.

-¿Tus pupilas de qué color son?- dijo y se levantó estirando su cuerpo para desperezarse. Se alejó hacia una piedra que sobresalía más que las otras y respiró profundamente el aire color sangre que impregnaba la postal con toques mágicos.


Hacer el amor con recuerdos me había dejado agotado así que volví a tumbarme en la cama, de lado, abrazado a la almohada. Oscuridad. Me gusta la nada de Morfeo, no afecta, no sugiere.

Al día siguiente bajé a la plaza de la Virreina a hacer mi obligado café con leche de la mañana. La camarera me miró con aire de rutina y me acercó la taza llena. Sentado en la terraza me dediqué a pensar en la tontería de la noche anterior. Qué retorcida puede ser la naturaleza humana.

(Nunca recordarás la ausencia, apenas un suspiro de mi abandono. Si querías volar se derritió tu cera. Si pretendías seguirme, el sol reveló su envidia. Deja de soñar alturas y respira, porque ya puedes mirar hacia abajo. Vértigo sin oxígeno. El sueño de una nube pasajera)

jueves, 19 de febrero de 2009

Zarpar (suite a media asta)

...porque esto sería recoger los trozos de suela desgastados de tanto correr por el recreo.

¿Cómo acierta uno a alejarse y no saber desprenderse del susurro de labios que mece al cuerpo?

Recuerdo cubiertas, codos hincándose en barandillas, pedazos de uñas roídas ante la ausencia de un puerto. Las horas, las brisas, el pelo trenzándose azarosamente de proa a popa como un polizón que juega al ratón y al gato.

De las promesas, escritas en el menú de la cena de aquella noche, apenas bastaron para las primeras mesas servidas, tan alta su demanda era.

Un barco, pues, donde atarse al ancla y dejarse arrastrar sin mirar la espuma que, como venas, partía la carne azul en dos simetrías frías y susceptibles de un nuevo cambio.

Así le encontré tensando desde cubierta la fina línea del horizonte.

Podría decirse que estaba allí por estar, que se había alejado sin querer, paseando, de la Isla de los Bienaventurados. Todo iba con él sin que él mismo fuera una de las sombras de esta cueva en la que vivimos. Porque es cierto que era humano aunque cuando fruncía los labios se le escapaba un esbozo de héroe mitológico. Y trágico.
Con todo esto no quiero decir que fuera bello. Adusto, serio, con la mirada castaña como la madurez de un amfiteatro romano. La media sonrisa perfilada, sin el cinismo ni la prepotencia que otorga el haber bajado a los Infiernos y a la vuelta haberse olvidado de Eurídice. Porque así miraba él hacia el mar, como si hubiera dejado algo por el camino. Sólo que ni se molestaba en mirar atrás.

-¿Te molestan los golpes de aire en la cara?- preguntó.

-Apenas. Me hacen estar despierto.

-Bravo- dijo. Y se alejó hacia la puerta camino a la sala de fiestas.


domingo, 15 de febrero de 2009

NOT ANYMORE

Se acercan las trampas
neones bicolores
la sana impaciencia
de saberse liberado.

Cuatro paredes en zanjas
litros con sudor en las aceras
remueven
el grito que regalas
cuando las miradas dulcifican
el celo de una carícia anónima

a euro el quilo

sin conservantes
sin problemas
fresca del día.

Autopistas y dilemas
un parón colapsa
el renglón de un momento perdido

y cuánto he dejado de echarte de menos
-me digo-

ya no pago peajes
apenas abro el maletero

la aduana pasando por alto
que hubo un momento para mi
cuando las cargas dejaron de ser peso.

But not anymore.

Y vuelve la brisa del Thames
a tratar de brindar con una pinta

que no bebo

que no debo


nadar entre insurrecciones.


Y esta noche voy a alzar la copa en un brindis para las ausencias; Haris Alexíou, cuando quieras....

www.youtube.com/watch?v=qUDntQCyGvw

viernes, 13 de febrero de 2009

TODO PUEDE

Así es. Todo puede. Del cero y el absentismo al estadio casuístico de inflexiones que atornillan la vida. Sigue en la calma y en la calma muere. Como un Fénix torturado al girar de cada esquina y el intento de desviar la mirada hacia el recreo onírico de abrazos.

Hoy me he dado cuenta que no quiero decir nada. Ni en concreto ni vagamente. Tiendo al vacío, como un ópalo gris que algún día se creyó brújula de cierta travesía cautiva. Oculto se revelaba como un dogma diezmado en ilusiones, grandes fuerzas generadas por una traicionera juventud y todo una amarre de sueños.

El ópalo que fue velándose. Y se tiñó en negro.

Efectivamente. Todo puede. Al nacer el sol uno detecta el musgo de sombras que ha florecido a su alrededor durante las horas vacías de un dormir establecido por la trama de un tiempo cualquiera, en un remoto pasado e insultantemente vigente.

Los amaneceres hieden como teatros chinos. El cartón barato color fuego no va a dar la resurreción de tiempos mejores, ni los hilos se creerán rayos para abarcar todo aquello de lo que uno reniega. Veo la trampa. Y al verla, más que creerla, la asumo como pasaporte ficticio donde reposar tras una extenuante jornada y aduanas recuerdan sellos borrados por el paso de tantos rostros.

Podría ser que en algún momento pasara lentamente y te girarte la cara. Podría ser, porque todo puede. Y no puede simplemente por una totalidad lacrada en blanco o negro, en cincuenta y cincuenta, en un sí o un no. Tampoco creo en las gamas. Uno sólo hallaría el vacío. Él es el único que puede hacer posible o imposible, azaroso o pactado. En que te miren de cara o de reojo.

Calle arriba significa que dejo atrás una caverna con sombras que aburren, por lo reales, por lo absurdas. Yo no pedí asomar la cabeza pero cuando una caverna te quiere no se deja doblegar por la primera voluntad individual que se le pasa a uno por la mente. Hay que ser consecuente, y si metí la nariz allí donde el vacío se ha hecho su cotidianeidad no seré yo quien le vea salir de bruces a la luz. Y uno se queda.

Medir el tiempo es como intentar ser feliz. Limita.

Sé de fronteras que nadie se atreve a oler porque lo ajeno asusta, y doblemente, por desconocido. Sé de líneas marcadas por quien un día creyó ser el primero. Su estela quedó carcomida y los restos los echaron al fondo del mar, donde piensan los posos marinos qué hacer con tales enmiendas. Más algas y cierto resquemor en los ojos de aquellos que creen ver.

Abrir los ojos. Sentir la arena rugosa rasgar las tiernas pupilas de un romance que te han impuesto desde pequeño. Bidón de gasolina y traje de príncipe ardiendo. Se acabaron las realidades que nunca han llegado a serlo, embriones mezquinos que nunca hemos pedido salvo en algún momento de desesperación estéril.

El mar es un desierto de líquidos benignos que juega a ser aire con la tierra. Bucea en una nada color azul transparente y respira formas que en otro tiempo fueron montañas. Empapa de tierra inerte todos tus pulmones y notaré el peso que empuja mi cuerpo hacia el vacío. Una vez en él sabré cómo quererle. Porque puedo. Porque él puede.