La mesa abierta
por las esquinas
las manos rotas
tenedores de carne gris
piedra
en la terraza que da al mar.
Alternan las nostalgias,
entrantes, postres
riéndose del orden
manteles en blanco y rojo
Italia a fuego lento en la cocina.
Me giré para ver nuestra mesa,
el tomate se había secado
y las salpicaduras recreaban
las lágrimas de un Cristo salvador.
Sin sazón, sin razón
me pregunto dónde nos quedamos.
Hoy me levanté sin hambre,
y desde entonces como solo.